martes, 14 de febrero de 2017

Molinos de viento

Bajo el cielo gris de un día frío de febrero manchego. En lo alto de la sierra de los molinos de viento del Campo de Criptana.



 Confundidos con los turistas domingueros hemos accedido a uno de esos gigantes que cita Don Quijote para atender las explicaciones de una joven guía que con ánimo y entusiasmo nos expone cada uno de los entresijos que componen esa gran máquina, su arquitectura y su función comprenetrados para la molienda del trigo y otros cereales cultivados en la zona.


El viento, supongo que uno de los doce que tienen catalogados en el lugar, sopla frío y nos encoge de hombros mientras contemplamos un horizonte de suave terreno y unos erectos molinos de viento que emergen rotundos, blancos , estáticos, imponentes, impresionantes.

Uno de los molinos ha sido vaciado en su interior de todo mecanismo de la molienda y en su lugar se ha instalado un museo de una de las hijas del pueblo. Sara Montiel. Saritísima. Sara. Una gran artista que en su época brilló internacionalmente y que no hace mucho tiempo nos dejó. En el 2013 creo que nos dijeron. Para mi Sara , junto con Lola Flores, la Claudia Cardinale o la Brigitte Bardot forman parte de la imagen del mundo que yo percibía en mi niñez. Bueno el mundo del artisteo o famoseo... Pobre de mi; inmerso en un país nacionalcatólico donde con la censura nos nos dejaban ver los besos en las películas...




Sin querer, la visión de los carteles de las películas de la Sara me ha llevado a recuerdos de mi infancia y adolescencia... También me ha recordado que la vida a la que, hoy por hoy, tenemos acceso, tiene un comienzo y un fin. Un nacimiento, un esfuerzo, un esplendor, una decadencia y un final.

Pero en realidad, cuando empecé a escribir este relato me puse música de fondo de cantos gregorianos y ello me ha llevado por una historia subordinada que se aleja del hilo conductor origen de esta idea inicial.
Así que volvamos a nuestra fría mañana de domingo en el febrero manchego. En realidad me había despertado en Consuegra. Muy pronto tras una noche en la que el sueño brilló por su ausencia, o al menos no fue capaz de vencerme. Donde la sucesión vertiginosa de acontecimientos del día anterior no cesaban de proyectar imágenes de hechos , lugares y personas que conducían al lugar donde me encontraba sin dejarme llevar a los brazos de Morfeo. 



Así , en cuanto el amanecer y las nubes que cubrían el cielo dejó entra algo de luz , salí de casa abrigado y con paraguas en mano con idea de fotografiar el amanecer o al menos el horizonte al amparo de los once molinos de viento que dominan el paisaje de este histórico lugar.

Subí paseando monte a través hasta uno de los molinos que hace las funciones de oficina de turismo y allí saqué mi móvil para hacer unas fotos quitándome los guantes aguantando un frío y seco viento al que no estoy acostumbrado. 



Descubrí unos encuadres fotográficos de un molino y la impresionante cúpula de una de las dos iglesias que sobresalen del skyline de Consuegra.

Sin darme cuenta el tiempo había pasado rápido y es la hora de bajar al pueblo a desayunar y entrar en calor. Allí en un hotel rural muy bonito y acogedor donde la noche de antes habíamos cenado un numeroso grupo de amigos. Como su nombre indica La Vida de Antes, te transporta a otra época en la que la vida era más sencilla y más pausada.

Y después de todo esto... Seguramente alguien se preguntará ¿por qué razón he regresado a Consuegra?... Pero esto será objeto de otro relato. De momento os invito a acercaros a este mágico lugar manchego. Seguro que algo comprenderéis de la razones de este escrito.