Mind&Go
La diferencia entre vivir y morir es la que existe entre generar y recordar sucesos.
miércoles, 23 de octubre de 2024
La magia del ÑUC EN EL MOCAOR
domingo, 11 de febrero de 2024
lunes, 4 de septiembre de 2023
ENCUENTRO EN EL CIELO
Como siempre, el stress propio de cualquier viaje me tenía un poco preocupado. Ese día del mes de julio ya hacía bastante calor y eso añadía más presión a la tensión propia de cualquier viaje. Iba solo hasta Madrid y allí me reuniría con un amigo que iba a ser mi compañero de viaje por unos días. En Alicante había cogido un tren de alta velocidad con salida a una hora muy temprana con dirección a Madrid. La idea era de llegar pronto. Es decir: con tiempo suficiente a la estación de Atocha y poder ir al aeropuerto de Barajas con otro tren de cercanías. Un tren de cercanías cuya frecuencia y duración del trayecto desconocía a pesar de haber estado mucho rato buscando información en internet. Al llegar a la estación de Atocha tengo que preguntar dónde y cómo se toma el tren de cercanías para el aeropuerto. Como suele suceder, nada más llegar al andén, que me habían indicado, descubro que acaba de pasar mi tren y me toca esperar una media hora más para coger el siguiente. La espera se hace larga y pesada. Son muchos los trenes de cercanías que pasan por ese andén delante de mí y que no van al aeropuerto. Observo que no soy el único que está esperando un tren para el aeropuerto. Cada vez hay más gente con abultados equipajes que van llenado el andén. El tren me ha dejado en la terminal T4 de Barajas y yo tengo que ir a la T2. Miro mi reloj y me doy cuenta que tan solo me quedan 20 minutos para llegar a la puerta de embarque y todavía no he cogió el autobús que me va a llevar a esa terminal. Mi amigo me llama por teléfono preguntado donde estoy porque él ya está esperando en la puerta de embarque. Le cuento que voy en camino... Había quedado con mi amigo para coger un vuelo de Ryanair que nos llevaría a Las Palmas. A pesar de que habíamos comprado los pasajes a la vez, a la hora de hacer la tarjeta de embarque Ryanair nos cobraba un complemento por elegir los asientos. Como no estábamos dispuestos a pagar más... En la tarjeta de embarque nos asignan asientos separados. Me asignaron un asiento en el pasillo. En mi fila de tres asientos, un joven se sentó a mi lado derecho, mientras que otro joven dormitaba en el asiento contiguo apalancando su cabeza sobre la ventanilla. Estábamos en el verano del año 2022 y en el avión, todavía era obligatorio llevar las mascarillas que cubren nariz y boca, puestas debido al COVID. Una vez que la tensión del despegue, con el intenso ruido de los motores, la posición inclinada de ascenso y las vibraciones de la rodadura sobre la pista ha cesado, el avión recobra la posición horizontal y nos relajamos. Abato la bandejita del asiento y apoyo mi libro electrónico sobre ella mientras mi cabeza se relaja sobre la parte alta de mi asiento, trato de estirar mis piernas en reducido espacio de que dispongo y abro mi libro electrónico mientras elijo uno de tantos libros que tengo a medio leer. Es el momento de relajarse, y entretenerse como se pueda puesto que tenemos por delante más de dos horas de vuelo sentados en un reducido asiento y muy poco espacio para las piernas. Comienzo la lectura y apoyo mis brazos sobre los reposabrazos, me pongo cómodo. En ese momento, mi compañero de asiento de la derecha intenta lo mismo y noto su codo tratando de acomodarse, ante lo cual, muevo un poco mi brazo para dejarle sitio en el mismo. Hemos comenzado a leer, yo mi eBook, mi vecino de asiento un grueso libro que también apoya sobre la bandeja del asiento delantero que había desplegado. Durante el vuelo, nuestros brazos apoyados en el mismo reposabrazos se mueven y acomodan con los baches, rozándonos sin querer de vez en cuando. Sin embargo, lejos de separarnos, con cada bache que pasaba, el contacto entre nuestros brazos se hace más completo y se vuelve más intenso y prolongado. Empiezo a notar cierta sensación difícil de explicar, me recorre un hormigueo por todo el cuerpo y mi respiración se hace notar como en un estado de excitación y nerviosismo. Miro a mi alrededor..., a mi izquierda, al otro lado del pasillo, una señora de edad madura mira para todas partes como queriendo ver todo lo que sucede a su alrededor. A mi derecha mi compañero de asiento que cada vez amplia la intensidad del contacto sin retirarse ni un ápice de mi brazo... más allá el otro pasajero, un chico joven que duerme, o se hace el dormido, apoyando su cabeza sobre el hueco de la ventanilla. Llevamos un buen rato volando, ya sobre el mar... el paisaje es aburrido. Trato de estirar un poco las piernas en el reducido espacio del que disponemos. Llevo pantalón corto y mi rodilla se ha rozado con la de mi compañero que también lleva pantalón corto. Vuelvo a notar una ligera corriente que me recorre de arriba a abajo. De nuevo, el contacto casual y accidental por los movimientos de avión, se hace permanente y aumenta de intensidad. Le miro de reojo sin girar la cabeza..., vuelvo a mirar a mí alrededor... a ver si alguien nos está observando. Tenemos las bandeja bajadas y los libros apoyados en ellas y nuestro regazo... creo que no se ve nada desde fuera... comienzo a bajar mi mano derecha sobre mi rodilla y a la vez rozo su pierna, la parte externa de su muslo... estoy muy tenso y nervioso.., he bajado mi pierna y la he hecho pasar bajo la suya. Mi rodilla está bajo su muslo... la tensión interna entre nosotros es de alta intensidad. Noto que algo entre mis piernas se está haciendo más grande por momentos... Vuelvo a mirar a mi izquierda, la señora del otro lado del pasillo parece que está mirando hacia nosotros muy atenta.... De pronto, una azafata, en voz alta, pregunta: ¿HAY ALGÚN MEDICO EN EL AVIÓN? Y mi compañero se levanta pidiéndome que le deje pasar... le pregunto: ¿eres Medico? Me dice que sí y se va hacia el lugar donde estaba la azafata. A la zona del principio del avión. Veo que además de la azafata ha acudido otro joven y observo que en algún momento mientras asistía a la azafata que se había indispuesto, el otro, le pasa el brazo sobre el hombro. Pasan unos minutos, y tras un rato atendiendo a la azafata, mi compañero regresa a su asiento. En ese momento le observo y veo que se trata de un chico joven de no más de 28 años, bien parecido. Toma asiento y nos volvemos a acomodar. Pero en esta ocasión directamente pone su pierna sobre mi rodilla y nuestras manos se bajan disimuladamente sobre ellas y empezamos a jugar con nuestros dedos. Me embarga un deseo irresistible de ir más allá... avanzar mi mano por su entrepierna. Lo hago. Mi mano recorre milímetro a milímetro su muslo. Estoy en el umbral de su paquete... miro otra vez a mi alrededor. La señora de mi izquierda estaba atenta a nuestros juegos... pero me da igual. Empiezo al acariciar suavemente sobre el pantalón cuando a través del altavoz de megafonía se escucha: SEÑORES PASAJEROS, VAMOS A INICIAR LA MANIOBRA DE DESCENSO, ABROCHENSE LOS CINTURONES Y PONGAN SUS ASIENTOS EN POSICIÓN VERTICAL. En ese momento, sentí que se acababa el mundo... le miré y le dije ¿me das tu número de teléfono? Me dijo que sí. Le deje mi móvil y el anotó su número en mi agenda Poco a poco, nuestras piernas empezaron a rozarse disimuladamente. Sentimos corrientes eléctricas emocionantes recorriendo nuestro interior.
miércoles, 27 de abril de 2022
EL CAMINO Y CAMINAR
El 24 de julio del año 2021 llegabamos a Santiago de Compostela.
Cargados con nuestra mochila, muy cansados, pero satifechos.
La llegada a Santiago se consumaba con la entrada a la plaza del Obradoiro, al son de una gaita gallega que animaba al viandante que pasaba bajo el arco que da acceso desde la Rua da Acibecheria .
Habiamos andado cargados con nuestra mochila, durante seis días, de cuatro a seis horas diarias.
Comenzando a andar con la oscuridad de la noche y viendo como los campos se iban iluminando a medida que avanzaba el amanecer. A veces abrigados por la niebla, a veces bajo la lluvia .
Nada nos distraia de una unica ocupación ; andar, y seguir andando.
Andar y andar, sabiendo que, en el camino, un paso andado era un paso menos para llegar a nuestro destino.
En las cuestas arriba, me veia obligado a hacer detenciones momentaneas forzadas por la falta de aire en mis maltrechos pulmones. Detenciones que me obligaban a soltar lastre pidiendo a mis acompañantes que siguieran a su ritmo y que yo ya los veria más adelante.
Caminando con un ritmo forzado de respiración, inclinado el cuerpo hacia adelante para hacer fuerza con los brazos y los bastones, mientras caen las gotas de sudor por la frente.
A veces me sentía culpable por no ser capaz de llevar el ritmo de mi acompañante. Cierto que habia 31 años de diferencia, pero yo habia estado entrenando varias semana antes.
Lo cierto es que cuesta abajo con fuertes pendientes, con sol, con lluvia, con niebla. Nada nos iba a detener. Nada. Nada. Nada.
En ningun momento pasó por nuestra mente pensar que no ibamos a conseguir llegar.
Teniamos la certeza como la muerte, que un dia llegará, que llegaríamos a Santiago y , ciertamente, llegamos.
Y sucedieron muchas cosas. Cosas que son dificiles de narrar. El caminar cambió algo en nuestras vidas.
Caminante no hay camino; se hace camino al andar...
martes, 14 de septiembre de 2021
EN UN BOTE DE VELA A LA MAR ME TIRO...
El domingo pasado estando en la playa con mi hijo, a eso del medio día, vemos como un apuesto velero traspasa la linea imaginaria de las boyas que delimitan las zonas de baño y se dirige a la orilla. Nos llama la atención. Pero mucho mas captó nuestra atención cuando repentinamente el barco se detiene encayado en un banco de arena. Esto nos mantuvo entretenidos practicamente todo el día, hasta que sobre las siete de la tarde vino un barco y logró rescatarlo de su prisión... No se porqué me vino el recuerdo de una antigua canción a la cabeza. Una canción que escuchaba a alguno de mis hermanos mayores tararear, cuya letra decia algo asi:
En un bote de vela a la mar me tiro
que me lleve el viento muy lejos contigo
en un bote de vela sin ancla y compás
rumbo a no se donde , quiero naufragar.
a unas de esas islas muy lejos de aqui
donde tu y yo solos podamos vivir...
Y despues me he dado cuenta que tras un ritmo fresco, veraniego como de cumbia... hay una bella historia de amor.
El relato que viene a continuación es, en el fondo, lo mismo. El bote de vela sin rumbo fijo y sin computo de distancias ni tiempos.En soledad. Vida vivida en esos mismos momentos en que se desarrollaba con los sentidos a flor de piel abiertos al devenir del momento.
Vamos a llamar a las cosas por su nombre:
CAMINO DE SANTIAGO
Ha sonado la alarma del móvil, rapidamente he encendido la luz y le he dado a repetir en cinco minutos. Son las seis de la mañana. Por la ventana con la persiana abierta apenas entra luz del amanecer... He abierto los ojos y me noto cansando y con pereza; no he descansado muy bien.
Supongo que me dormí pensando en que me tenia que despertar muy pronto y levantarme sin dilación; levantarme , recoger las cosas del equipaje y salir de casa sin demora. Supongo que eso me ha tenido en vilo toda la noche.
Me levanto y me voy al baño. Me doy una ducha, para espabilarme un poco y coger algo de energia. En el trayecto, desnudo y descalzo por el pasillo miro, la habitación donde he dejado preparado el equipaje sobre la cama y voy dandole vueltas a la cabeza a la idea de que si se me habrá olvidado algo que luego vaya a echar en falta...
Me visto con una camiseta y un pantalón corto y las zapatillas de treking que utilizaré durante los proximos días. Tengo la idea de que mis pies tienen que acostumbrarse a las zapatillas con naturalidad. Por eso voy a conducir con ellas.
Inhalo el broncodilatador, me tomo las capsulas de colageno, el ginseng con ginko, y un café con leche. Cierro persianas de ventanas, apago todas las luces mientras voy saliendo de casa...
Por fin he salido a la calle con la mochila en la espalda, los bastones telescopicos en la mano y la bolsa de plático de Mercadona con unas frutas, chocolate de 85 por ciento de cacao y dos botellas de litro de bebida isotónica. Sobre el horizonte se aprecia como el color azul del cielo va aclarando . La calle está vacia y el silencio que llena todo el espacio, sólo roto por un cri-cri-cri muy agudo del canto de los grillos, impone una tranquila serenidad.
Son las seis y veitidos de la mañana del domingo dieciocho de julio, con veintidos minutos de retraso sobre lo previsto, me dirijo a coger el coche. Ya está amaneciendo y el alba despunta en lo alto del horizonte, cada vez mas veloz, con sus muchos y variados tonos de colores celestes . Abro el maletero del coche e introduzco el equipaje .
Un poquito antes, a las seis y dieciseis recibo una llamada de telefono que apenas puedo atender : me dice que ya ha cogido el tren en Castellón y va camino de Valencia. Le respondo que en este momento no puedo hablar. Que ahora le llamo...
Pongo el coche en marcha y marco el numero de telefono para responder yo a la llamada telefónica de antes. Hablo con mi amigo y le digo que voy en el coche, en camino, que quizas llegue un poco mas tarde de lo previsto.
Ya en la utovía, la carretera está practicamente vacía, no hay tráfico, el paisaje se mueve veloz fuera de los cristales de mi coche y las rayas de pintura que forman la señalización horizontal de los carriles de circulación casi simulan un linea continua...
Sintonizo una emisora de radio clasica mientras al pasar alrededor de la ciudad de Ibi, mi perrita de peluche que me acompaña y viaja sobre el salpicadero del coche, me llama la atención. Son las seis treinta y nueve y ya el día esta desplazando a la noche dejando divisar un paisaje mucho mas amplio con el monte de la Carrasqueta al fondo. Me doy cuenta que ya he empezado el camino...
La carretera sigue casi vacía, apenas hay trafico. Es domingo y a esas horas la gente sigue durmiendo... Voy pensando en como llegar a la Estación del Norte de la ciudad de Valencia sin dar muchas vueltas y sin perder mucho tiempo... La verdad es que apenas he estado en esa estación en dos o tres ocasiones y siempre habia llegado a ella en el tren. Ha sido la puerta de la ciudad de Valencia para mi en esas ocasiones. De ella solo recuerdo que tiene un hall con la paredes y techos decorados con cerámica muy bonita. Pero nunca he accedido a ella en coche... Tendré que poner en marcha el navegador de Google para no errar y perder tiempo. Ya voy con retraso...
Conmigo viaja la ilusión y la alegria de comenzar un viaje que, a priori se presenta dificil, con la incertidumbre de si podré andar todos los kilometros todos los dias y dia tras dia, pero con la emoción de la primera vez y la aventura de lo desconocido.
Iré con un amigo que apenas conozco, tan solo hemos tenido conversaciones de whatsapp, algunas telefonicas, y unas horas cara a cara en las que comimos juntos y pasamos un rato de sobremesa.
Apenas nos conocemos, pero me cae muy bien y tenemos en común la idea de hacer el Camino de Santiago.
Ya entrado en Valencia, en la avenida de Ausias March , detengo un momento el coche para localizar en Google Maps la Estación del Norte . La señalo y pregunto como llegar... No estoy muy lejos.
Llego a la estacion del norte con 20 minutos de retraso sobre la hora prevista. Mi amigo me habia llamado para preguntarme por donde iba y le digo que estoy llegando...Despues de un momento ya veo la estación y me detengo en la puerta. Mi amigo me esperaba, me ve y se acerca al coche. Detengo el coche , pongo el warning y me bajo. Nos saludamos un poco confusos por el covid...no sabia si darle la mano, un abrazo , unos besos.. Durante unos segundos dudo en la forma de saludarnos , creo que nos dimo el codo. A continuación abrimos el maletero del coche y guardamos su mochila.
Nuevamente vuelvo a hacer uso de Google Maps para salir de la ciudad, en esta ocasión el destino es Madrid. Facilmente cogemos la salida de la ciudad y nos encontramos en la autovía en dirección Madrid. Ya hay un trafico mas intenso, son las ocho y media de la mañana.
Por el camino no paramos de hablar, uno y otro. Alternamos comentarios sobre los lugares por donde psamos con comentarios de retazos de nuestra vida personal.
Pronto llegamos a Madrid , apenas nos hemos enterado del viaje, hemos hecho antes de llegar a Madrid, una pequeña parada en un area de servicio para mear.
Cruzamos Madrid por la M-30 y continuamos viaje por la A6 en dirección a Galicia. La conversacion ha sido muy fluida y el viaje muy ameno.
Sobre la una y media pienso que estamos a medio camino y que debemos parar a comer algo. La idea es llegar a Sarria sobre la siete de la tarde. Estamos llegando a Arevalo , y decidimos entrar en la ciudad para comer. Hace mucho calor...aunque dentro del coche no se nota.
Sobre las dos conseguimos mesa en la terraza de un restaurante y ya nos encontramos sentados. En una terraza en un restaurante de Arevalo, en la provincia de Ávila, para comer. Hace bastante calor, alrededor de 36 grados. Despues de comer damos un pequeño paseo por el pueblo para buscar un cajero automatico y descubrimos que tiene un centro historico bastante bonito. Tambien nos llama la atencion una locomotora de ferrocarril instalada en un parque como homenaje a este medio de transporte
Sobre las tres de la tarde decidimos continuar el viaje . Al coger de nuevo el coche cambiamos de conductor. Coge el volante mi amigo y yo me pongo en el asiento del copiloto para descansar un poco y de esta manera puedo apreciar mejor el paisaje.
A las cuatro de la tarde paramos en una estación de servicio para repostar. Estamos en Bembibre, en la comarca del Bierzo, provincia de León. Tras un breve receso para tomar un refresco . Nuevamente emprendremos viaje.
A las las cuatro y veinticinco, mi perrita que viaja sobre el salpicadero del coche me vuelve a llamar la tención. El termometro del coche marca 34 grados.
Poco a poco va cambiando el paisaje, hemos pasado de Castilla a Galicia, de los campos amarillos y ocres a los campos verdes y grises de la pizarra. Estamos ya en la provincia de Lugo...
Sobre las siete y media de la tarde nos encontramos parados frente a la puerta del garaje donde vamos a dejar el vehiculo durante una semana hasta nuestro regreso. Estamos en Sarria.
Llamo al propietario del garaje por telefono y me dice que viene de camino para abrirnos. Por fin hemos dejado el coche en el garaje. Cogemos las mochilas y los bastones y la bolsa de la fruta y nos dirigimos andando a buscar el hostal donde teniamos resevada una habitación. Tengo la sensación de que a partir deese momento toda mi hacienda se reduce a una mochila con cuatro camisetas, ropa interior y un par de pantalones, un chubasquero, un telefono movil y poco mas...
Hace todavía mucho calor...A las ocho menos diez estamos subiendo las escalinatas de la Rua Maior en busca de la Pensión El Bordón del Batallón donde tenemos reservada una habitación .
Recorremos la Rua Maior de abajo arriba buscando la pensión y nos pasamos de largo... Volvemos a retroceder y por fin la encontramos.
Ya en el hostal lo primero que hacemos es preguntar por la compostela, el recepcionista de entrada, de forma imperiosa trata de aclararnos los conceptos.Que no confundamos la compostelana, la compostela y la credencial.
Compostelana es una moza, señora, mujer o niña natural de Santiago de Compostela.
Credencial es el documento que a modo de pasaporte va recibiendo los sellos de los lugares por donde pasaremos haciendo el Camino de Santiago. Ha de terner al menos dos sellos por fecha.
La Compostela es el documento que te dan en la Oficina del Peregrino y que acredita que has hecho el Camino de Santiago.
Pensión El Bordón del Batallón, es un edificio de mas de cien años, con escalera de peldaños de madera y tiene una tipología de edificio de viviendas adaptado a pensión. Subimos tras el recepcionista que nos abre una puerta en el rellano de la pimera planta. Nos dice que esa puerta no usa llave. Entramos en un pasillo a la izquierda hasta un saloncito a traves del cual accedemos a nuestra habitación que es interior. Los suelos de madera , la altura de los techos , la carpinteria y el mobiliario nos llevan a otra época que bien podria esta situado a finales del siglo XIX.
La habitación que nos han asignado no da a la calle, tiene una ventana con una cortina que comunica con una especie comedor que tiene un amplio ventanal a la Rua Maior. Desde esa ventana se pueden ver los tejados inclinados de losas de pizarra rudimentariamente cortadas de los edificios de enfrente.
Al salir, preguntamos al recepcionista por algun lugar para tomar algo de cena. Nos indica varios... Siguiendo sus indicaciones llegamos un apacible lugar donde conseguimos una mesa y nos sentamos. Se trata del restaurante “A Travesía dos Soños” . Bajo la sombra de frondosos árboles, hay mesas esparcidas y distanciadas por toda la plazuela. El camarero va y viene presuroso desde el local que se encuentra a unos 30 metros mas abajo. En ese momento me encuentro feliz. Es una noche de verano cenando en un tranquilo lugar , con una tenue luz , una brisa fresca y una agradable compañía.