lunes, 4 de septiembre de 2023

ENCUENTRO EN EL CIELO


Como siempre, el stress propio de cualquier viaje me tenía un poco preocupado. Ese día del mes de julio ya hacía bastante calor y eso añadía más presión a la tensión propia de cualquier viaje. Iba solo hasta Madrid y allí me reuniría con un amigo que iba a ser mi compañero de viaje por unos días. En Alicante había cogido un tren de alta velocidad con salida a una hora muy temprana con dirección a Madrid. La idea era de llegar pronto. Es decir: con tiempo suficiente a la estación de Atocha y poder ir al aeropuerto de Barajas con otro tren de cercanías. Un tren de cercanías cuya frecuencia y duración del trayecto desconocía a pesar de haber estado mucho rato buscando información en internet. Al llegar a la estación de Atocha tengo que preguntar dónde y cómo se toma el tren de cercanías para el aeropuerto. Como suele suceder, nada más llegar al andén, que me habían indicado, descubro que acaba de pasar mi tren y me toca esperar una media hora más para coger el siguiente. La espera se hace larga y pesada. Son muchos los trenes de cercanías que pasan por ese andén delante de mí y que no van al aeropuerto. Observo que no soy el único que está esperando un tren para el aeropuerto. Cada vez hay más gente con abultados equipajes que van llenado el andén. El tren me ha dejado en la terminal T4 de Barajas y yo tengo que ir a la T2. Miro mi reloj y me doy cuenta que tan solo me quedan 20 minutos para llegar a la puerta de embarque y todavía no he cogió el autobús que me va a llevar a esa terminal. Mi amigo me llama por teléfono preguntado donde estoy porque él ya está esperando en la puerta de embarque. Le cuento que voy en camino... Había quedado con mi amigo para coger un vuelo de Ryanair que nos llevaría a Las Palmas. A pesar de que habíamos comprado los pasajes a la vez, a la hora de hacer la tarjeta de embarque Ryanair nos cobraba un complemento por elegir los asientos. Como no estábamos dispuestos a pagar más... En la tarjeta de embarque nos asignan asientos separados. Me asignaron un asiento en el pasillo. En mi fila de tres asientos, un joven se sentó a mi lado derecho, mientras que otro joven dormitaba en el asiento contiguo apalancando su cabeza sobre la ventanilla. Estábamos en el verano del año 2022 y en el avión, todavía era obligatorio llevar las mascarillas que cubren nariz y boca, puestas debido al COVID. Una vez que la tensión del despegue, con el intenso ruido de los motores, la posición inclinada de ascenso y las vibraciones de la rodadura sobre la pista ha cesado, el avión recobra la posición horizontal y nos relajamos. Abato la bandejita del asiento y apoyo mi libro electrónico sobre ella mientras mi cabeza se relaja sobre la parte alta de mi asiento, trato de estirar mis piernas en reducido espacio de que dispongo y abro mi libro electrónico mientras elijo uno de tantos libros que tengo a medio leer. Es el momento de relajarse, y entretenerse como se pueda puesto que tenemos por delante más de dos horas de vuelo sentados en un reducido asiento y muy poco espacio para las piernas. Comienzo la lectura y apoyo mis brazos sobre los reposabrazos, me pongo cómodo. En ese momento, mi compañero de asiento de la derecha intenta lo mismo y noto su codo tratando de acomodarse, ante lo cual, muevo un poco mi brazo para dejarle sitio en el mismo. Hemos comenzado a leer, yo mi eBook, mi vecino de asiento un grueso libro que también apoya sobre la bandeja del asiento delantero que había desplegado. Durante el vuelo, nuestros brazos apoyados en el mismo reposabrazos se mueven y acomodan con los baches, rozándonos sin querer de vez en cuando. Sin embargo, lejos de separarnos, con cada bache que pasaba, el contacto entre nuestros brazos se hace más completo y se vuelve más intenso y prolongado. Empiezo a notar cierta sensación difícil de explicar, me recorre un hormigueo por todo el cuerpo y mi respiración se hace notar como en un estado de excitación y nerviosismo. Miro a mi alrededor..., a mi izquierda, al otro lado del pasillo, una señora de edad madura mira para todas partes como queriendo ver todo lo que sucede a su alrededor. A mi derecha mi compañero de asiento que cada vez amplia la intensidad del contacto sin retirarse ni un ápice de mi brazo... más allá el otro pasajero, un chico joven que duerme, o se hace el dormido, apoyando su cabeza sobre el hueco de la ventanilla. Llevamos un buen rato volando, ya sobre el mar... el paisaje es aburrido. Trato de estirar un poco las piernas en el reducido espacio del que disponemos. Llevo pantalón corto y mi rodilla se ha rozado con la de mi compañero que también lleva pantalón corto. Vuelvo a notar una ligera corriente que me recorre de arriba a abajo. De nuevo, el contacto casual y accidental por los movimientos de avión, se hace permanente y aumenta de intensidad. Le miro de reojo sin girar la cabeza..., vuelvo a mirar a mí alrededor... a ver si alguien nos está observando. Tenemos las bandeja bajadas y los libros apoyados en ellas y nuestro regazo... creo que no se ve nada desde fuera... comienzo a bajar mi mano derecha sobre mi rodilla y a la vez rozo su pierna, la parte externa de su muslo... estoy muy tenso y nervioso.., he bajado mi pierna y la he hecho pasar bajo la suya. Mi rodilla está bajo su muslo... la tensión interna entre nosotros es de alta intensidad. Noto que algo entre mis piernas se está haciendo más grande por momentos... Vuelvo a mirar a mi izquierda, la señora del otro lado del pasillo parece que está mirando hacia nosotros muy atenta.... De pronto, una azafata, en voz alta, pregunta: ¿HAY ALGÚN MEDICO EN EL AVIÓN? Y mi compañero se levanta pidiéndome que le deje pasar... le pregunto: ¿eres Medico? Me dice que sí y se va hacia el lugar donde estaba la azafata. A la zona del principio del avión. Veo que además de la azafata ha acudido otro joven y observo que en algún momento mientras asistía a la azafata que se había indispuesto, el otro, le pasa el brazo sobre el hombro. Pasan unos minutos, y tras un rato atendiendo a la azafata, mi compañero regresa a su asiento. En ese momento le observo y veo que se trata de un chico joven de no más de 28 años, bien parecido. Toma asiento y nos volvemos a acomodar. Pero en esta ocasión directamente pone su pierna sobre mi rodilla y nuestras manos se bajan disimuladamente sobre ellas y empezamos a jugar con nuestros dedos. Me embarga un deseo irresistible de ir más allá... avanzar mi mano por su entrepierna. Lo hago. Mi mano recorre milímetro a milímetro su muslo. Estoy en el umbral de su paquete... miro otra vez a mi alrededor. La señora de mi izquierda estaba atenta a nuestros juegos... pero me da igual. Empiezo al acariciar suavemente sobre el pantalón cuando a través del altavoz de megafonía se escucha: SEÑORES PASAJEROS, VAMOS A INICIAR LA MANIOBRA DE DESCENSO, ABROCHENSE LOS CINTURONES Y PONGAN SUS ASIENTOS EN POSICIÓN VERTICAL. En ese momento, sentí que se acababa el mundo... le miré y le dije ¿me das tu número de teléfono? Me dijo que sí. Le deje mi móvil y el anotó su número en mi agenda Poco a poco, nuestras piernas empezaron a rozarse disimuladamente. Sentimos corrientes eléctricas emocionantes recorriendo nuestro interior. 

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