lunes, 23 de marzo de 2020

Hacia la tierra prometida


En este momento en el que me encuentro confinado en casa. Cuando la calle es algo inaccesible y cuando uno se hace a la idea de que tendrá que habituarse a vivir aislado. Como un náufrago en una isla desierta, con la buena suerte de disponer de una vivienda con las comodidades y todo lo necesario para subsistir, para resistir escondido, como si estuviese en un refugio atómico esperando a que acabase la amenaza nuclear.

Y bueno; en este momento; aquí y ahora, de alguna manera viendo amanecer y anochecer tras los tejados de los edificios, y dejando pasar el día como un paréntesis; donde la resistencia a la soledad, a la carencia de contacto físico con el resto de los humanos, no suponga una secuela irreparable para el día de después.

Porque todos esperamos ese día, y con la esperanza de que exista, nos conformamos.

Pero si no existe ese día, o no llegamos a verlo; es el momento de hacer caso a esa frase que leí en alguna parte y que viene a decir:”Ante la adversidad no sobrevive el mas fuerte ni el mas inteligente; sino aquel que tiene mas capacidad de adaptación”.

Y así. Hoy me ha dado por coger papel y bolígrafo y escribir aquello que me venía a la mente. Hacía mucho que no escribía. Supongo que en el conjunto de actividades que llenaban mi día, todo era prioritario antes que ponerme a escribir bobadas...

Y una de las cosas que me ha venido a la cabeza ha sido una canción que cantaba y tarareaba mi padre cuando iba con él en su Biscuter camino de la tierra prometida; su pueblo natal. Y lo he buscado en Internet y me ha salido un vídeo de Youtube en el que ademas aparecen imágenes que me han llevado a la mas temprana infancia que recuerdo.

Las Espigaderas de la zarzuela La Rosa del Azafrán.

En realidad lo único que recuerdo es eso de: “ Esta mañana muy tempranitoooo sali del pueblo con el hatico”

Esta mañana muy tempranito
Salí del pueblo con el hatico.
Y, como entonces la aurora venía,
Yo la recibía
Cantando como un pajarico.
Por los carriles de los rastrojos
Soy la hormiguita de los despojos.
Y, como tiene muy buenos ojos,
Espiga a veces de los manojos.
Ay, ay, ay, ay, qué trabajo nos manda el Señor,
Levantarse y volverse a agachar,
Todo el día a los aires y al sol.
Ay, ay, ay, ay, ten memoria de mí, segador,
No arrebañes los copos de mies
Que detrás de las hoces voy yo.
La espigadora con su esportilla
Paece la sombra de la cuadrilla.
Sufre espigando tras los segadores
Los mismos sudores
Que el hombre que siega y que trilla.
En cuanto suenan las caracolas,
Por esos trigos van ellas solas.
Y se engalanan con amapolas
Sin abalorios ni agueripolas.
Ay, ay,…


Y recuerdo muchos viajes hacia el pueblo. Unas veces de madrugada, otras de noche para pasar la Mancha con la fresca porque en verano hacia mucho calor...

El Biscuter era un coche muy básico y primitivo. A mi me parecía un coche porque yo era pequeño y lo veía grande. Recuerdo que nos metíamos dos o tres hermanos en la parte trasera.

Mi padre tuvo varios, al menos dos que yo recuerde...Era un vehículo mitad de chapa y mitad de madera. Con unas ruedas del tamaño de las de una moto Vespa. Se arrancaba manualmente y no tenia mucha potencia. A veces en las cuestas arriba había que bajarse a empujar para que subiese. Constantemente había que abrir el capo del motor para hacer algo... limpiar el caburador, el delco o cosas así. Creo que el motor era como de una moto; se refrigeraba por aire.
En ese vehículo íbamos al pueblo... tardábamos mas de un día si todo iba bien. Bueno eso era raro... que fuese bien. Por eso llevaba una virgen tallada de madera que era muy buena protectora y a la que mi padre se encomendaba en cuanto salíamos. Esta virgen la había tallado él mismo en su estancia en la cárcel republicana durante la Guerra Civil Española.
Los viajes eran una verdadera Odisea. Un trayecto lleno de aventuras y de incertidumbres.


Hoy hace un día que empece a escribir esto; lo había dejado aparcado. Las noticias sobre la evolución de la pandemia del Coronavirus es espeluznante.
Quizás mañana continué con la segunda parte de la tierra prometida...

miércoles, 18 de marzo de 2020

VIVO EN PELIGRO DE MUERTE


Acabo de darme cuenta de que
vivo en peligro de muerte.
Si. Como si nunca lo hubiese estado
Como si nunca me hubiera parado a pensarlo....

Y es que ahora, que se
que no hay nadie esperándome
y que si me espera...
deberá seguir esperando
y que la espera... desespera.

Ahora que el tiempo ya no me importa,
que no corre y si corre... que corra.

Ahora que la calle y el mundo exterior
es algo prohibido, vetado, peligroso.
Ahora que la calle esta controlada
por policías y militares.

Ahora que estamos en guerra
contra un enemigo de todos
un enemigo invisible
que puede estar
en nuestro ser mas querido,
en nuestro mejor amigo,
en el objeto mas deseado..

Este enemigo que nos separa
del resto de los humanos,
padres, hijos, hermanos,
familiares, amigos, amantes...
Esta guerra silenciosa que nos deja solos
ante nosotros mismos
y acaba entristeciéndonos.

Porque nos hace desconfiar
de todos:
del que tose, tiene fiebre o mala cara
del dentista, del peluquero, del cartero...

Esta guerra que coarta nuestros planes
y nos doblega y
coarta nuestras ilusiones.

Y nos recuerda
y nos hace parar y pensar que
estamos en peligro de muerte.

Como si la muerte fuese algo malo
Como si la muerte se pudiera evitar
Como si la muerte se pudiera aplazar.

La muerte no es nada malo.
No es nada de que avergonzarse.
Lo malo es el dolor, el hambre, el frió, la enfermedad, el sufrimiento, la soledad.

La muerte es la secuencia cierta
desde que nacemos.
Consecuencia de haber nacido.
¿porque preocuparse?

Así, en este estado de las cosas...
si la naturaleza es sabia.
Ella sabrá porque hace lo que hace.
Vamos; que como dice un refrán popular:
lo que tenga que ser, será.

Y en este confinamiento forzado
por ti y por mi, por todos
haces cosas como pararte a pensar
y piensas que...
vivo en peligro de muerte.