Por la mañana, medio despierto en la cama; me costaba levantarme. Estaba solo y desnudo sobre la sábana bajera. El edredón nórdico, relleno de plumón, me había dado demasiado calor y lo había empujado hacia un lado del colchón. Abrí los ojos, miré el despertador redondo de grandes dimensiones que había sobre la mesilla de noche. Eran las 8.30 de la mañana. Demasiado pronto para despertar un sábado. No había nadie más que yo en la casa. Mis vecinos todavía debían estar durmiendo porque el silencio en el edificio invadía todo el espacio.
Me levanté con la habitación en penumbra, y el resplandor de la luz que entraba por el ventanal del salón comedor me condujo hacia aquella parte de la casa. La mesa donde habíamos cenado todavía estaba sin quitar. Sobre ella, los restos del banquete de anoche: Una botella de champagne francés Moët Chandon vacía, algún langostino que se había quedado en el plato y la pequeña palmatoria metálica con la base en forma de corazón sin restos de la vela que anoche había encendido para crear un ambiente más íntimo. Por lo visto, anoche al irnos a la cama se había quedado encendida y se había consumido en su totalidad.
Después de observar la escena unos segundos, recogí algunos platos, las copas de cristal fino, los restos de langostinos. Llevé a la cocina la gruesa botella vacía de cristal verde y todas las cosas que había en la mesa aprovechando al máximo cada viaje…
Se fue vaciando la superficie de la mesa. Tan solo quedaba el mantel blanco y la pequeña palmatoria metálica con la base en forma de corazón que se había quedado vacía.
En un último repaso pretendo coger la palmatoria para guardarla en la vitrina y me doy cuenta de que se ha pegado al mantel.
Intento separarla y se resiste. Pienso que con el calor, al haberse consumido toda la vela, algún elemento de plástico que tendría la pequeña palmatoria metálica con forma de corazón en su base, se ha fundido y se ha quedado pegada.
Empiezo a pensar que anoche debía haber apagado la vela antes de ir a la cama. El champagne me había adormecido y fue una imprudencia dejar la vela encendida hasta que se consumiera… Se trataba de una vela de los colores del arco iris a rayas horizontales que me había traído una de mis hermanas de San Francisco en un viaje que hizo por Estados Unidos.
Intento separar la palmatoria del mantel con cuidado para no romper la tela... y cuando por fin logro separarla del mantel descubro que ha quedado impresa la base. La cera de la vela, no se como ni de que manera…, se había pasado debajo de la palmatoria y había dejado impreso un pequeño corazón de color violeta.
Tras la primera impresión de fastidio porque, creo, que ya se ha estropeado el mantel. Empiezo a pensar si existirá un remedio casero para quitar la cera que ha impregnado el tejido por las dos caras. Sospecho que al ser cera… quizás lavándolo con agua muy caliente….
¿Y si se estropea el resto de la ropa en la lavadora? Es una pena; este mantel blanco es el que más me gustaba. Tendré que preguntarle a mi madre a ver si ella sabe. Seguro que me echa la bronca por haber dejado la vela encendida. Se podía haber quemado la casa…
Recojo el mantel y en vez de ponerlo en el cesto de la ropa sucia, lo dejo sobre el respaldo de una silla en la cocina, justo antes de salir a la galería donde está la lavadora. Me doy un tiempo de reflexión antes de proceder a su limpieza.
Me preparo el desayuno; dos rebanadas tostadas de pan casero, que tuesto lentamente en una parrilla al fuego, con aceite de oliva, sal y tomate rayado. Sentado en una silla, arrimado a la mesa de la cocina, pienso en el plan para el fin de semana mientras saboreo las tostadas entre sorbo y sorbo de café con leche. De vez en cuando observo el mantel que lo tengo en la silla de enfrente con el corazón impreso captando mi mirada... miro por la ventana: hace un día estupendo y dan ganas de salir a tomar el sol…
Termino de desayunar, me levanto y comienzo a moverme de aquí para allá. Me distraigo haciendo otras cosas, labores domésticas, voy y vengo a la cocina varias veces. Cada vez que entro; allí está, destacando sobre todo lo demás, sobre una silla, el mantel blanco mostrando su corazón de cera. Y cada vez que lo miro observo nuevos detalles… no tiene el mismo tono de color por todos lados. Parece como si estuviese pintado con distintos tonos de color, a modo de sombras que simulan volúmenes. También se ve como unos rayos o destellos que le dan un aspecto dinámico, como en las imágenes religiosas en las que se representa al Sagrado Corazón de Jesús.
Empiezo a pensar de una forma obstinada en el cómo y el porqué de este suceso. Seguro que se puede leer un significado simbólico. No se como interpretarlo; quizás se trate de una premonición relacionada con el amor. En ese caso… ¿que significaría? el corazón se gestó mientras Cupido hacia de las suyas…
Doy vueltas y más vueltas a lo sucedido… la razón y el sentido común empieza a ponerme los pies en el suelo y a convencerme de que simplemente se trata de una casualidad; seguramente la pequeña palmatoria metálica con forma de corazón tenía algún agujerito por donde la cera había fluido
Todo puede tener una explicación mas o menos convincente… pero ¿y esos destellos como gotas de sangre proyectadas? ¿Por qué como gotas de sangre? ¿Por qué de color rojo? ¿Por qué un corazón?
Rondan por mi cabeza ideas de desamor y despecho; el amor duró lo que tardó en consumirse la vela. ¡A la mierda el corazón de cera! Lo voy a fundir con el calor de la plancha y deshacer con papel de estraza. Como me dijo un amigo al que llamé por teléfono para consultarle el problema.
Pero..., por si acaso, habiéndome impactado y sorprendido el hecho azaroso e insólito de que se haya impreso el corazón de cera. Llego a la conclusión de que merece la pena conservarlo y decido guardar el mantel sin lavar. Quizás con la idea de que un día volverá a venir, regresará a casa a cenar... y lo volveré a sacar del cajón donde guardo lo buenos recuerdos que la vida cotidiana y el paso del tiempo te obliga a minimizar y compactar para dejar paso a los acontecimientos del devenir.
Me siento feliz al recordar aquellos momentos, el universo se centró en la exploración de cada rincón de su cuerpo, descubriendo y dejando descubrir el más mínimo umbral de los cinco sentidos.
También me duele recordar… Atrás queda el día en que se fundió el corazón de cera mientras las flechas de Cupido hacían de las suyas…Después de aquel suceso caí desplomado en el más rotundo, oscuro, frío y profundo pozo de la soledad.
Muchas noches he ido a ver la luna llena reflejada en un mar de plata. He caminado recorriendo el límite desierto del agua y la tierra tratando de encontrar una respuesta….He pasado más de una noche contando mi penar al universo…, he notado como mis ojos se humedecen y como una lagrima cae lentamente por mi mejilla hasta los labios… ; he descubierto su sabor salado y sentido la opresión en el pecho. También mi nariz se ha humedecido. Y más de un suspiro me ha ayudado a respirar ensanchando los pulmones.
Han pasado muchos meses desde aquella primavera y sigue viva en mí la llama que fundió la vela… quizás dejó el corazón escondido bajo la palmatoria para que supiese que el amor nace en cualquier parte cuando menos se espera…, pero su huella permanece oculta; oculta a los ojos de los demás y a los de uno mismo porque no queremos o no sabemos verla.
Me siento feliz y afortunado por haber sido protagonista en esta historia.. Hoy puedo decir que, para no traicionar la bondad de mis recuerdos, hice una fotografía del mantel con el corazón de cera impreso y que la conservo en mi ordenador personal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario